dinero y de la función que éste tenía cuando comparó con una cueva de ladrones los
sitios donde se negociaba, y cuando aseveró que… No se puede servir a Dios y al
dinero. La razón de ser del cristianismo es promover una sociedad inspirada en las
Bienaventuranzas, con valores distintos a los del mercado.
Pues bien, si las creencias y el culto son factores que marginan el Evangelio y
suplantan la verdadera razón de ser del cristianismo, ¿qué pasa con el otro factor, la
jerarquía? Por los textos evangélicos sabemos que también en esta cuestión de la
autoridad, la jerarquía, Jesús tenía una idea distinta de lo que era normal en la
sociedad. Decía que entre sus seguidores …el que quiera ser grande, se haga
servidor de los demás; y el que quiera ser el primero, se haga servidor de todos.
Quien repase la historia de los dos últimos milenios podrá comprobar que en la
Iglesia, al igual que en el resto de la sociedad, ese modelo de autoridad de servicio no
se practicó jamás, ni antes ni después de Constantino. De las cartas de Pablo,
principalmente su Epístola a los Romanos, y lo que nos cuenta el libro de los Hechos
de los Apóstoles, se deduce que había ya entonces una gran discrepancia entre los
cristianos a pesar del Concilio de Jerusalén del año 50. Desde entonces se
multiplicaron las discrepancias, y las decisiones de los concilios que intentaron
resolverlas fueron en realidad causa de cismas. Tampoco sirvieron como factores de
unificación la creación de la figura papal con poderes absolutos y la de la jerarquía y
el magisterio eclesiales para definir doctrinas con carácter infalible.
Pero lo peor del caso es que la Iglesia como institución no se estaba aplicando al
cumplimiento de la misión que Jesús había asignado a sus seguidores. La jerarquía
eclesial fue, a lo largo de esos dos milenios, un factor de sofocamiento de todos los
movimientos que, desde el seno del cristianismo, intentaban recuperar el carácter
liberador y reivindicativo del mensaje de Jesús, desde los circunceliones del siglo IV
a la Teología de la Liberación de siglo XX, pasando por las diversas “herejías”
igualitaristas de la Edad Media: valdenses, husitas, jacqueries, irmandiños… En cada
caso la jeraquía oficial de la Iglesia se aprestó a defender el sistema económico
imperante: el esclavismo en el Bajo Imperio Romano, el feudalismo en la Edad
Media, el orden burgués capitalista en el mundo actual…
¿Qué destino le espera al actual proceso del Sínodo de la Sinodalidad en marcha? Su
convocatoria, aunque un tanto ambiguamente, parece anunciar o prometer que la
institución eclesial quiere ir poniendo remedio a las disfunciones aquí descritas. El
hecho de que la Iglesia se plantee hoy ese Sínodo que cuestiona o pone en revisión su
manera de funcionar puede indicar que es consciente de la crisis en que se haya
inmersa. ¿Seremos capaces de estudiar las causas generardoras de esa crisis y ponerle
solución? ¿Será capaz de concienciarse sobre el asunto el conjunto de la membresía
eclesial y los cristianos de otras iglesias? Creemos en la sinceridad del papa
convocante, pero ¿se puede decir lo mismo del conjunto de la jerarquía eclesial?¿De
verdad vamos a marchar todos juntos hacia la realización del proyecto de Jesús de
Nazaret? Sólo así podríamos ostentar dignamente el titulo de Ecclesia o Comunidad
de los seguidores del Mesías Jesús.